ÑERIS SIN CODIGOS EN EL CONURBANO BONAERENSE

Como Director y Propietario de internetnoticias.com.ar, quiero contarles que hoy soy un sobreviviente de la inseguridad, inseguridad real de nuestro conurbano bonaerense, que solía transmitir por los portales y que hoy me toca ser el protagonista de esta terrible historia.

Caminar por las calles de cualquier distrito del AMBA se complica cada día más. Ahora por la pandemia de corona virus andamos todos con tapa- bocas, y los delincuentes también.

Hoy no alcanza con que los políticos se preocupen en la entrega de patrulleros y armamentos hacia los funcionarios policiales. Hoy necesitamos que se apliquen las leyes, necesitamos de un trabajo serio de los Jueces y Fiscales, de los políticos para reconstruir la sociedad que estamos perdiendo. Hoy el trabajo preventivo solo lo hacen los medios de comunicación que muestran las distintas modalidades delictivas sirviéndose del uso de cámaras que algunos vecinos particulares o el municipio colocó a titulo preventivo, competencia que no tendría razón de ser si no habría tantos delincuentes en las calles.

Todos los días, los noticieros y periodistas colegas presentan situaciones y hechos delictivos que parecen ajenos a nuestra realidad, pero esto no es así. Hoy me tocó, sin querer y sin buscarlo, ser el protagonista de una situación que casi me cuesta la vida.

Cuatro delincuentes y asesinos me quisieron matar: no estaban drogados, ni se veían necesitados o excluidos de la sociedad, simplemente a estos personajes no les importa la vida de nadie. Buscan dañar, lastimar y matar con la excusa de obtener elementos o dinero contante y sonante para no tener que trabajar; hicieron de ser asesinos, un estilo de vida. No tienen ningún filtro: Acabar con la vida de alguien es casi un deporte donde todos valemos “un punto” y asesinar a un policía vale “el doble”.

El día 22 de abril, pasé a visitar a un amigo que estaba recientemente operado de la rodilla y por cuestiones relacionadas con el COVID 19, me atendió en la vereda, apenas comenzamos a dialogar, observé que desde la esquina y a mis espaldas venían tres hombres en fila india con ropa oscura y a esa altura desconfié, y me preparé casi sin pensar para correr.

Repentinamente luego de observarnos de reojo, detuvieron la marcha los tres al mismo tiempo y por un acto reflejo, arrojé las llaves de mi camioneta sobre el capot de la Ford Ranger y empecé a correr como un acto instintivo de supervivencia, luego de recorrer 10 o 15 metros, uno de los delincuentes efectuó un disparo que me haría pasar el peor momento de mi vida ya que extrajo de entre sus ropas un arma y me fusiló.  Gracias a Dios el disparo solo me hizo tambalear y continué mi carrera con rumbo a la plaza Santa Rita. Atrás estaban los delincuentes y mi amigo con dos muletas que no pudo hacer más que levantar las manos y rogarle a Dios que no le dispararan. Cuando llegué a la plaza corriendo pedí ayuda a una gran cantidad de gente que estaba disfrutando de la hermosa tarde en la plaza con su familia y amigos.  El dolor me abrumaba, pero sentí tranquilidad al no escuchar otro disparo porque temí por la vida de mi amigo Aldo que había quedado en manos de los peligrosos delincuentes.

Los asesinos eran 3 (digo asesinos, no delincuentes) y luego observando imágenes que me alcanzó un vecino descubrí que eran 4. El cuarto manejaba “el transporte”: un Chevrolet corsa gris que los había dejado en la esquina viendo que “éramos una presa fácil”.  Si bien las imágenes de las pocas cámaras que filmaron la escena, no son muy claras, si hay una imagen del vehículo Chevrolet corsa que los recoge en la esquina de Wilde y Polonia cuando estaban huyendo.

Volviendo al momento del abordaje, yo me asusté y como vi solo un arma salí corriendo. Igual la decisión de correr no fue tan desacertada, porque no pudieron concretar el robo y enseguida emprendieron la huida, cosa que detecté mirando para atrás mientras seguía corriendo hasta la plaza donde pedí ayuda a los gritos, mientras llamaba como podía desde mi teléfono móvil al 911.

Los vecinos solidarios al ver que mi cuerpo ya sin fuerzas caía al piso, me contuvieron y taponaron la herida, una joven mujer llamada Milagro,  al ver que me quería levantar, me pedía tranquilidad y me aconsejaba que me quedara en el piso para que “la bala no siga corriendo” y apretara con mi mano la herida que sangraba sin parar.  Yo no sabía dónde apretar, no veía la herida que tenía en mi espalda.  Mientras ocurría todo esto envié dos mensajes de voz a un grupo de WhatsApp de Prensa regional y grabé un video muy corto contando lo que me estaba pasando.

Luego de emitir el video recibo un mensaje de Pablo Mansilla, el Secretario de Acción Directa Municipal que conduce Mario Ishii, diciendo que ya había enviado la ambulancia. Mientras estaba tirado en el piso casi sin fuerzas grabé otro video dirigido a mi familia a modo de despedida que se lo envié a mi amigo Aldo, para que se lo envíe en caso de que se extinguiera mi vida.

Ni bien envié el video, me empezó a correr un sudor frío y sentí un malestar general que, gracias a Dios, el oficial Cherey, policía de la provincia de Buenos Aires que había llegado de inmediato pudo constatar mí estado y tomó la decisión de cargarme en la caja del patrullero para llevarme con urgencia al hospital Mercante donde el equipo de guardia me estaba esperando para atenderme. (La ambulancia no llegaba y había que tomar una determinación) Gracias al oficial Cherey y a los vecinos del Barrio Santa Rita, en especial a vos Milagros que me taponaste la herida con la remera de tu marido puedo escribir estas líneas.

Mientras todo esto ocurría, mis colegas periodistas preocupados por mi salud, escribían en el grupo de prensa e hicieron viralizar el video donde yo con desesperación pedía auxilio.

Me dolía mucho el estómago y todos pensamos lo peor: “órganos atravesados, huesos lastimados, arterias e hígado perforados, etc.  Ni bien llegué al hospital MERCANTE de José C. Paz, el personal de emergencias demostró su profesionalismo:  Me contuvo y me realizó los estudios pertinentes.

Luego de que me hicieran tomografías y radiografías me pasaron a una sala de  la guardia (shock room)  donde médicos, enfermeros y personal del hospital me atendían mientras me decían que “había vuelto a nacer”, dado que la bala no había perforado ningún órgano vital. Me colocaron suero y antibióticos y por mi cabeza solo pasaba la idea de  reencontrarme con mi familia y abrazarlos para decir que solo fue una pesadilla.

Quiero agradecerles a mis colegas, a los vecinos de Santa Rita, al personal del Hospital Mercante, a mis vecinos, amigos y familia que me ayudaron a que esta pesadilla se empezara a transformar de a poco en solo una anécdota más de mi vida.    Solo deseo que el impacto no deje secuelas y poder vivir tranquilo. Quiero seguir compartiendo mi vida junto a mis pequeñas hijas y mi madre.   Quiero y exijo JUSTICIA, las imágenes de las cámaras están en manos de la fiscalía y la policía.

Sé que mi relato pronto pasará a la historia y que pronto se olvidará., pero necesito descargar mi dolor y manifestar la impotencia que se tiene cuando nuestra vida queda en manos de gente sin escrúpulos, que no duda en dispararle a un trabajador, una abuela o un adolescente para sacarle su bicicleta.

 

Gabriel Pigliacampi (PERIODISTA SOBREVIVIENTE, herido de Bala en José C. Paz el 22 de abril de 2021 a las 18:19:39 segundos.)